En camino a Dresden (gracias, Miyagi)

En este caso, creo yo que debería hacer cuentas, porque sigo mencionando que contábamos, en ese momento, con 1050 euros; pero la realidad era otra.  Habíamos tenido -obviamente- que comer y gastar en pasajes, o sea que, para estas fechas, la cantidad ascendía a no más de 950 euros.

Pues bien, una vez que estamos ya ajustados con las lanas (como diría mi suegra), podemos seguir.

En aquel momento, cuando mi esposa lloraba sobre el puente, tenía yo que seguir pensando.  No podía darme el lujo de que me llevara la amargura y el desencanto a mí también.  Así que se me ocurrió ir al McDonalds y comprar unos desayunos para mi esposa y mi hijo.  Estando ahí pensamos en qué se podría hacer; sin embargo, salimos igual que como entramos, aunque con una diferencia: con la panza llena (bueno, la mía más o menos).  Esta filosofía se la he copiado a Miyagi, de Karate Kid, en donde le dice a Daniel San, cuando éste tenía problemas, que es mejor comer algo. A lo que Daniel San le preguntó que cómo iba a resolver sus problemas comiendo.  Miyagi, con esa sabiduría de viejo japonés, le contestó que el comer no iba a resolver sus problemas; pero que era mejor tener un problema teniendo la panza llena a tenerlo con la panza vacía.  Sé que es tonto que tome algo de una película que vi hace más de 15 años; pero tiene razón.

Pues bien, salimos con rumbo al metro para regresar al hotel, y por mi mente pasaban muchas cosas: si era mejor que mi esposa e hijo se regresaran a México, pero con qué dinero?  Lo último que pensé fue el regresar al hotel, decirle a Hugo (el encargado del hotel.  Aunque ése no era su nombre, pero para nosotros tenía cara de "Hugo" y así se llamaría él para nosotros) si es que tenía disponibilidad para otra semana, ya que consideramos nosotros que el hotel estaba muy económico. Si Hugo nos dijera que sí tiene disponibilidad, entonces nos quedaríamos esa semana allí y yo iría a buscar trabajo como loco.  Desde México sabía que existían muchos inmigrantes en Alemania: "los turcos", les decía yo, y pensé que -a lo mejor- son como los mexicanos en Estados Unidos, que se ayudan unos a otros; podría ser que me ayudaran a trabajar y, así poder salir adelante.

De esta manera, íbamos con paso un poco más rápido, porque el cuarto vencía a las 12 del día y queríamos platicar con Hugo para saber si era posible el quedarnos más tiempo.

-No, lo siento, ya no hay disponibilidad -nos comentó Hugo-.  A menos que alguien cancele; pero tendrían que esperar hasta la noche para saber si alguien no llegó -agregó-.

El mundo se nos vino encima: poco dinero, sin lugar donde dormir... nada!!  Subimos a nuestra habitación y empacamos las cosas.  Entonces mi esposa pensó en algo, o más bien, en alguien: un primo suyo que vivía en Alemania.  Él es mexicano y estudiaba en Dresden; PERO, y pongo "pero" con mayúsculas porque este primo no había tenido contacto con mi esposa en mucho, mucho tiempo.  Parecía como que era el peor enemigo de ella, ya que un día le dejó de hablar, así sin más.   Además, no sabíamos dónde vivía ni nada; sólo sabíamos que en Dresden.

No nos quedó de otra más que empacar las cosas y tratar de ver cómo se llegaba a Dresden. En el momento en que terminamos de empacar, cuando tomé la maldita maleta con rueditas (aunque ya estaban destrozadas éstas) por la jareta, ésta se rompió, o sea, ya no había manera de cargarla, además de que pesaba lo que un muerto.  Digo "muerto" porque ah!, cómo pesan los muertos; pero esa parte de mi vida se las relato en otro post: mi experiencia con los muertos. Volviendo: pues la maleta se rompió, no había manera de cargarla y, además, llevábamos más maletas.  Tomamos la decisión de dejar la maleta con todo y la ropa dentro; pero dónde la dejaríamos?  Pues sí, escondida en la habitación. Además de esa maleta dejamos otra más, dado que el peso era mucho.

Salimos corriendo del hotel y llegamos a la Hauptbahnhof (estación central de trenes) y compramos boletos para ir a Dresden.  Adquirimos el boleto más barato y ahí gasté 80 euros.  Puntuales abordamos el tren, ya con dos maletas solamente.  Debo mencionar que la mitad del camino a Dresden tuvimos que viajar frente a la puerta de los sanitarios, ya que no había lugar para nosotros en las cabinas; el tren iba muy lleno, además de que no sabíamos en dónde habría un espacio para nosotros.  Pues bien, ahí viajamos mi esposa, mi hijo y yo, en el pasillo frente al sanitario; sentados ellos en las dos maletas que traíamos, y yo de pie.  Después de un rato, decidí buscar por todo el tren un lugar donde podernos sentar, hasta que encontré uno -junto a un chino-.  Regresé por mi esposa  e hijo y entramos al camarote.  Ahí tuvieron la posibilidad de dormir un rato, mientras yo seguía pensando y pensando.  Más que nada, me asaltaba el hecho de que no conocíamos Dresden, bueno, tampoco Berlín, ni siquiera Alemania; pero, por lo menos, desde México habíamos visto todo lo concerniente a Berlín.

Llegamos a Dresden durante una tarde fría y lluviosa de primavera.  Bajamos del tren y ahí sucedió lo que yo no quería que pasara: mi hijo se había enfermado; fiebre, dolor de cuerpo, dolor de garganta, etc... todo lo que hace una gripa, que bien puede hacer sentir muy mal a un niño y preocupar mucho a los papás.

Salimos de la estación de trenes de Dresden sin saber a dónde ir, y nos sentamos en una acera.  Mi hijo se recostó sobre las dos maletas y lo tapamos con chamarras.  Me dispuse a buscar hotel, claro, un hotel que se ajustara a nuestras posibilidades.  Lo único que encontré eran hoteles muy caros en esa zona, así que le dije a mi esposa e hijo que se levantaran y me siguieran, mientras yo iba pensando a dónde ir.  Lo único que sabía es que esa zona de la ciudad era muy cara, por ser turística, asi que pensé en buscar una pensión u hostal.

Llegamos a una parada de tranvía y tomamos el primero que pasó.  A dónde?  No sé, pero había que salir de esa zona.  Mientras ibamos en el tranvía pudimos ver que la "civilización" se alejaba y llegamos a una colonia donde se veía no podía haber un hostal o pensión en kilometros a la redonda.  Bajamos del tren y abordamos un camión, el cual nos  llevó a la nada.  No había nada más que casas y más casas.

A lo lejos pude divisar un letrero que decía Ferienwohnung (léase departamento para vacaciones), así que decidí llegar a este lugar y tratar de rentar un departamento.  Tocamos por la parte de enfrente y nada, por la parte posterior y nada. Para ese momento nos encontrábamos bastante cansados y hambrientos.  Nos sentamos en el jardín de la casa por unos minutos y llegó una persona que pensamos era el encargado de los departamentos.  Nos saludó amablemente y nos preguntó qué es lo que hacíamos allí sentados (yo creo que notó nuestros cansancio).  Pues bien, pensando que esta persona era la encargada del lugar le expliqué que necesitábamos un lugar para dormir.  Después me comentó que él no era el encargado del lugar; que venía a dejar unos volantes.  Nos deseó suerte y se marchó.  Los volantes que dejó en los buzones del edificio tenían las letras: NPD.

Comments

  1. Pues sí que fue una estancia relámpago la de Berlín, lástima! Pero bueno me puedo imaginar que la imagen del primo lejano en el horizonte fue en ese momento la única luz tenue al final del tunel.
    Qué pasó después en el jardín de la casa de vacaciones? Los volantes eran a favor o encontra del NPD!!?? Cómo hicieron para localizar al primo? Recuperaron las maletas de Berlín o se perdieron para siempre en el escondite secreto del hotel?
    El relato no me lo pierdo!

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  2. Eduardo: te agradezco de todo corazón el que sigas con atención el blog. Eso es algo que lo invita a uno a seguir escribiendo. Pues con respecto a las maletas, ya no las recuperamos; se quedaron en el hotel. Cómo me dolió ya que tenía un poco más de ropa y tú sabes que la ropa aquí es cara. Con respecto a lo del NPD, ya he posteado lo que vino después.
    Te agrdezco de nuevo tu atención.
    Octavio

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