El refugio y el asilo

Todavía recuerdo el primer olor que percibí en cuanto llegué al hotel: el olor penetrante que desprende el cigarro, el cual, sin dificultad, se impregna en las paredes; ese olor que no se va aunque agregues deodorizante al ambiente. Pero, más que nada, un olor a seguridad: había llegado a "tierra" y tenía tres noches reservadas; tres noches que me permitían descansar y acostumbrarme (aunque sea un poco) a Alemania. Por fin encontraba un alivio a la frustración y al cansancio.

Así que, habiendo llegado al hotel, lo primero que quisimos hacer era botar las maletas en el cuarto (maldecir la maleta de rueditas mientras la aventaba al piso). Acto seguido, nos alistamos para dar un paseo por los alrededores y tratar de encontrar algo para comer. Debo apuntar que nada me hubiera caído mejor que unos tacos en cualquier esquina; pero eso es algo que, hasta ahorita, sigo deseando cada día y no lo he podido hacer.

Dimos la vuelta a la esquina y encontramos un súpermercado; así que entramos y compramos un paquete de jamón, unos panes en forma de bolillos (Brötchen, para ser exactos), mayonesa y algo para tomar. Dimos por concluído el paseo una vez comprados los víveres y regresamos a nuestro "refugio".  Era hora de dormir (o tratar de), pero antes cenamos unas tortitas de jamón.  Afortunadamente había comprado en México una salsa Valentina y, agregándola a mi torta, hizo que me supiera a gloria.

Al día siguiente (miércoles) habíamos pensado ir a una oficina en donde se nos ayudara a rentar un departamento. Como ya he mencionado antes, tenía 1050 euros en la cangurera azul y esa cantidad -creíamos erróneamente mi esposa y yo- nos iba a alcanzar para rentar un departamento y poder subsistir un mes en lo que -como un loco- me iba a buscar trabajo.  LLegamos a la oficina y fuimos recibidos por un "NO" tremendo; un "NO" que nos sacudió el ánimo.

-Buenos días -nos saludó la persona encargada del lugar-.
-Buenos días.  Verá, queremos rentar uno de los departamentos que tienen disponibles -contesté yo-.
-Claro que sí.  Permítame por favor su pasaporte y su comprobante de ingresos -me pidió amablemente la srita.-.
-Mmmh, mire, nosotros venimos llegando a la ciudad (incluso al país) y no tenemos trabajo; pero pensamos conseguir trabajo cuanto antes.
-Lo siento, necesitan un comprobante de ingresos; no es posible rentar un departamento en estas condiciones -nos dijo con voz seca, aunque amable-.
-Hay alguna otra opción? -preguntamos acongojados-.
-Es posible si tienen un comprobante de la oficina del trabajo, el cual indique que dicha oficina  se hace cargo de los gastos en lo que ustedes consiguen trabajo.
-Bueno, y ese comprobante, sabe usted en dónde lo podré obtener? Es decir, cuál es la dirección de dicha oficina?
-La dirección es...

Salimos de esta oficina con el corazón a mil por hora.  Caminamos por los alrededores pensando qué hacer. No encontrábamos manera. Lo único que nosotros sabíamos es que 1050 euros no iban a alcanzar para mucho tiempo; sabíamos solamente que teníamos un hotel reservado hasta el viernes y ya era miércoles, sabíamos que venía con nosotros nuestro hijo; sabíamos que no conocíamos Berlín, que no conocíamos a nadie, además, no teníamos manera de encontrar un café internet y saber la dirección de la oficina del trabajo; a eso hay que agregar que no teníamos boleto de regreso a México, ni dinero para comprarlo.

Lo que se necesita en estos casos es pensar y, sobre todo, subir el ánimo, pensé yo. Así que decidí regresar al hotel e investigar en dónde queda la dirección que nos dieron.

Unas horas más tarde nos encotrábamos enfrente de las oficinas del trabajo -buena labor de investigación nos aventamos-.  Pues bien, hicimos fila y logramos hablar en la recepción.  Explicamos nuestro caso y nos dio cita para el viernes, o sea, para el mismo viernes en que teníamos que salir del hotel.

Regresamos al hotel, un poco más tranquilos y pudimos empezar a pensar en lo que venía por delante. Nos acostamos temprano (aunque casi toda la noche estuve despierto pensando en el asunto) y la noche, muy clara por ser verano, pasó muy rápida.

El jueves nos levantamos a eso de las cuatro de la madrugada y esperamos a que la vida floreciera con el día. Salimos mi hijo y yo en busca de una tienda para comprar algo de tomar y logramos encontrar una gasolinera con su respectiva tienda de 24 hrs. Compramos unos jugos y regresamos al hotel.

Ese jueves todo estaba muerto, ya que era (me parece) día del padre.  Nosotros no sabíamos que todo iba a estar cerrado; sin embargo, dimos un paseo por los alrededores, sin poder disfrutar demasiado y regresamos al hotel. Tomamos una ducha bien caliente y fuimos a comprar unas pizzas en la gasolinera. De más está decir que nos supieron deliciosas, aunque no se comparaban (en mi opinion) con las pizzas que comíamos en Tijuana.

Tratábamos de dormir, pero no había rastros de poder hacerlo.  Eran las 10 de la noche, así que le dije a mi esposa si se quería ir a tomar una cerveza al lobby del hotel.  Pues sí, bajamos un rato y tomamos dos cervezas, mientras planeábamos qué ibamos a decir el viernes y, de acuerdo a lo que sucediera, ejecutar los planes necesarios; dos, para ser exacto: plan A y plan B.

Terminamos nuestras cervezas y regresamos al cuarto.  Dormimos bastante bien; en parte ayudados por el efecto tan relajador de dos cervezas corriendo por nuestras venas.

El viernes nos levantamos muy temprano -algo así como a las cuatro de la madrugada-.  Esperamos a que dieran las seis y nos alistamos para salir.  Nuestra cita era a las 8am y teníamos que apurarnos.  Llegamos a la oficina del trabajo a las 7:30 am y nuestras esperanzas se habían levantado con nosotros; nos sentíamos un tanto confiados y tranquilos.

-Lo siento, no, no se puede, ustedes no pueden recibir ayuda, ya que llevan aquí tres días -nos informa la persona a cargo en la oficina-.
-Pero entiéndame, yo no quiero dinero, sólo quiero que nos apoyen con una carta para poder rentar  Yo buscaré trabajo rápido -repliqué-.
-No, es que la ley lo marca así. Lo siento, pero lo único que se les puede ofrecer es que vayan a un OBDACHLOSHEIM; allí podrán pasar los tres meses previstos por la ley para que se les pueda ayudar.

Esta palabra: "OBDACHLOSHEIM", es una unión de dos palabras: "OBDACHLOS", que significa algo así como vagabundo, aunque lo que diría literalmente es "SIN TECHO" y "HEIM", que significaría en esta ocasión algo así como asilo u hogar.  O sea, estábamos ante la palabra "asilo de vagabundos"!  Nada más aterrorizante para mi esposa y para mí.  El tener que ir con los borrachos, teporochos, chemos y lo que sea, se presentaba como la opción a seguir.

Salimos caminando a paso muy lento, pensando (por lo menos yo). Apenas salimos del edificio  y avanzamos sobre un puente peatonal, mi esposa rompió en llanto. El terror se había apoderado de ella...

Comments

  1. Uno cree que la peor burocracia es siempre la del lugar en el que uno se encuentra, pero la verdad es que la burocracia es igual en todas partes: plana, cuadrada, ciega, sorda y necia. Es como una computadora, no puede pensar por sí misma, solamente se limita a reaccionar a las instrucciones que le da un programa preestablecido y no puede salir de ahí. Lo único que cambia es el estilo personal: a veces amable, menos amable o totalmente descortés; esto no depende de la nacionalidad sino de la personalidad de quien se sienta tras el escritorio a la ventanilla, es el único factor subjetivo no programable.
    Lo del asilo...me puedo imaginar el horror! Cada vez me sorprende más el valor que tuvieron los tres en ese entonces.

    ReplyDelete
  2. Desgraciamente, tienes razón. La burocracia es algo de lo más horrible que hay; aunque -a veces- es necesaria. Te agradezco la preciosa atención que tienes por estas letras.
    Saludos.

    ReplyDelete

Post a Comment

Popular posts from this blog