La película

NPD; qué siglas tan terribles. Éstas siguen rigiendo en poblaciones alemanas donde el desempleo es alto. Es de todos conocido los actos cometidos por los nacionalsocialistas durante el régimen de Adolfo Hitler; sin embargo, uno como mexicano lo ve muy lejano: en una época muy distante y en un país remoto. Ahora se hacen llamar NPD, o sea: National Partei Deutschlands, algo así como Partido Nacional de Alemania, y es para mí jactancioso el que las siglas en español serían PNA que, pronunciado, sonaría como PENA, y es verdad, es una pena que las diferentes sinsazones económicas las sigan cubriendo a la manera primitiva: con el nacionalismo exacervado y el odio a todo aquel que no pertenezca a su sociedad y cultura, tal como los animales que vemos en Discovery Channel o National Geographic (será que National Geographic es nacionalista? Just kidding...).  El mismo Hitler tenía cierta admiración por las sociedades animales; yo creo que ése fue su modelo de gobierno, pero en fin, este blog no tiene fines políticos ni nada parecido, solamente deseaba darles un diminuto panorama de la escena right wing alemana.

Aquellos panfletos marcados con las siglas NPD, obviamente, no fueron entregados a nosotros; sólo dejados en un buzón  y uno sobre una mesita de madera. Posteriormente, salimos hacia la calle y seguimos caminando con cansancio a lo largo de la calle. Los brazos me dolían a causa de cargar tanto tiempo las maletas, además del agotamiento acumulado mezclado con tensión.

Dos cuadras más adelante nos encotramos de nuevo con la persona que entregaba los volantes del NPD; nos preguntó qué era lo que hacíamos aquí; acto seguido, le explicamos someramente nuestra situación, y nos comentó que tenía conocidos que podían rentarnos un cuarto, ya que sus casas las tenían habilitadas con pensiones. Sin más, decidimos que la mejor opción era esta persona y subimos con él a su camioneta.

Ya en el interior de la camioneta, nos comentó que nos llevaría a la pensión de un amigo suyo, pero que primero debía de recoger a su esposa y también llamar a su amigo para saber si tenía cuartos disponibles. De ahí en adelante viajamos por más de una hora. Mientras tanto, nos mostraba la ciudad y, a su vez, nos explicaba los monumentos históricos que en Dresden se encuentran. Por fin llegamos a donde trabaja (o trabajaba, no sé) su esposa y allí nos presentó con ella.  La esposa, muy amable, le regaló un pedazo de pastel a mi hijo. Acto seguido, llamó a su amigo para saber si tenía disponibilidad y, después de cobrarnos diez euros por el pasaje, abordamos la camioneta de nuevo.

Transcurrió una hora más dentro de la camioneta y, mientras, escuchábamos sus recomendaciones para visitar en la ciudad. De pronto, la esposa volteó a nosotros y nos dijo: "Miren, allí está mi esposo" ,y nos apuntó hacia un cartel colocado en la calle donde aparecía la imagen de él postulándose para algún puesto político en Dresden; lo hacía por el partido NPD.  Hasta este punto, nosotros no sabíamos lo que significaba este partido político ni nada por el estilo. Nosotros, lo único que sabíamos, era que deseábamos llegar a buen puerto donde poder descansar y asi encontrar al primo perdido.

Llegamos en la tarde noche a una zona boscosa.  Para esto, en el camino hacia esa zona vimos que pasábamos por infinidad de pensiones y lugares para pernoctar; sin embargo, esta persona no paraba su marcha. Mi esposa y yo empezamos a tener una mala sensación. Algo no andaba bien; pero no podíamos decir nada, ya que era nuestra única salvación y teníamos que jugarnos nuestra carta.

Nos recibió una persona de cabello largo, como de unos 50 años, se bajaba de una moto Harley Davidson mientras estiraba la mano hacia el cielo en señal de saludo. Descendimos de la camioneta y sacamos nuestras cosas. Antes de preguntarnos cualquier otra cosa, nos preguntó nuestra nacionalidad. "Mexicanos", contestamos nosotros. Y la siguiente pregunta obligatoria fue con respecto a la gripe porcina.

Nos indicó que solamente podríamos quedarnos hasta el lunes, ya que la habitación estaba ya reservada. Mientras nos despedíamos de aquel hombre que nos llevó a la pensión, la persona de cabellos largos llevaba nuestras cosas al umbral de la casa. La persona que nos llevó a la pensión nos comentó que el lunes iba a pasar por nosotros para llevarnos a otra parte; pero que el domingo quería platicar con nosotros.

En el umbral de la puerta, ya cuando la persona que nos llevó hasta allí se había marchado, preguntamos si había posibilidad de hacer unas llamadas; nos contestó "NO", asímismo, le pregunté si había un centro comercial cercano y me contestó que "NO"; un poco desconfiado pregunté si pasaba el transporte público por la zona y nos contestó que "NO", mientras se sonreía y me miraba fijamente a los ojos.

En ese momento nos sentimos como en una de esas películas de horror en donde -para variar- se encuentra una pareja en el medio del bosque y una persona, con motivos muy truculentos escondidos, empieza a socializar con la pareja, teniendo ésta una muy mala sensación con respecto a él; pero, al final, accediendo a todo lo que él les indica.  Mientras tanto, el público en la sala de cine se dice desesperado: "No vayan!! Es el asesino. Cómo es posible que no lo sepan??" y, al final, queda la mujer sola en el bosque después de que su marido fue asesinado muy estúpidamente por el psicópata y bla bla bla.  Pues bien, ésa fue la sensación que tuvimos.

Inmediatamente después, subimos a la habitación que tenía para nosotros.  Nos mostró la cocina, el baño e hizo una cama extra para mi hijo. En cuanto salió de la habitación y nos quedamos nosotros con nuestra soledad, nos sentamos en la cama en completo (pero completo, no tonterías) silencio; ese silencio profundo e incómodo; ese silencio que te puede matar. Abrí la ventana para que el aire limpiara el olor a encerrado del cuarto y escuchamos la quietud del bosque; el viento meciendo las hojas de los árboles.

-Vámonos!! -le dije a mi esposa-.  Vámonos ya -agregué-.
- Y las cosas? -preguntó mi esposa-.
-Me importan un bledo, pero vámonos ya!

Salimos a escondidas de la casa, y caminamos por la carretera. Lo único que podíamos ver eran árboles y más árboles y un camino muy bien asfaltado; aunque vacío.

Caminamos aproximadamente unos 10 minutos y no llegábamos a ninguna parte. Nos paramos en seco, dimos media vuelta y regresamos a la pensión. Entramos a nuestro cuarto y nos dimos cuenta de que no había manera de salir de esa zona.

-Déjame ir a ver qué onda con este cuate -le dije a mi esposa-.

Bajé las escaleras y fui al garage donde suponía yo estaba esta persona. Se encontraba allí, arreglando su moto...

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