The Spidership

La tarde se nos había echado encima, así que -después de darle la noticia a mi esposa de que ya había encontrado un lugar donde poder pasar la semana entrante- decidí que lo mejor era regresar a la casa del primo para poder descansar un poco.  Al llegar al departamento noté que el primo y las otras dos personas que ahí habitaban estaban de muy buen humor y pude relajarme un poco.
Más tarde, llegó mi esposa de su prueba en el trabajo. Deseaba tomar unas cervezas y poder platicar un poco conmigo. Yo no podía pensar en tomar hasta saber en dónde nos quedaríamos el domingo (o sea, al día siguiente). Afortunadamente, pudimos contactar un hostal para el domingo; con esto se acompletaba la semana. Me sentía un tanto liberado (aunque fuera por una semana), así que compramos unas cervezas y escuchamos algo de música.

Pasamos la noche de manera tranquila y dormimos bastante relajados; fue como si hubiéramos conseguido el logro más grande de nuestra vida. Por fin podríamos pensar en qué hacer sin estar con la preocupación de quedarnos en la calle.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y emprendimos el camino hacia el hostal; dicho lugar era un barco anclado en el río. Genial!, por fin algo de alegría. Nunca había pasado la noche en un barco y, por lo mismo, se me hacía intersante el dormir allí. Desempacamos únicamente lo que se iba a usar aquel día y nos sentamos sobre una de las camas del cuarto. Un sopor muy profundo se apoderó de nosotros; fue como si el silencio nos meciera junto con el  vaivén del barco; era como si nuestras fuerzas se hubieran agotado. De pronto, mi hijo, mi esposa y yo dormíamos profundamente. Yo creo que el cansancio, el estrés y todo lo que nos había pasado hubiera hecho merma en nuestras energías.

No pasó ni media hora cuando el despertador del reloj de mi esposa sonó, puesto que ella lo había programado para recordarle el ir a su prueba de trabajo. Cabe destacar que la dichosa "prueba de trabajo" la estaba haciendo mi esposa en un restaurante propiedad de una persona de Túnez. Dicho restaurante ofrecía comida española -de ahí la necesidad de esta persona por tener a alguien que hablara español-. Debo señalar que las pruebas de trabajo no deberían ser tan largas sin que se pague un sueldo, ya que mi esposa llevaba varios días de prueba y no recibía ni sueldo ni propinas (todos esos aspectos no los sabíamos, ya que -obviamente- ignórabamos cómo se manejaban las cosas en Alemania).

Tuvimos que levantarnos de nuestro tan apacible sueño para que mi esposa fuera al restaurante. Completamente somnolientos tuvimos que caminar hacia dicho lugar. Ese día mi hijo y yo esperamos a mi esposa afuera del restaurante; en el transcurso de la tarde estuvimos rondando por ahí. Nunca imaginé que iba a estar esperándola por ocho horas; fue un fastidio tremendo, además de que mi hijo y yo nos moríamos de sueño.

Por fin salió mi esposa del restaurante y tomamos camino en dirección al hostal. Llegamos a eso de las once de la noche y tomamos dos cervezas que habían sobrado del día anterior.
Al fin llegaba la hora de dormir; todos nos sentíamos bastante cansados. La madrugada transcurría completamente en calma, cuando empecé a sentir una comezón terrible en mis piernas; era tan intensa que no la podía soportar. Le pregunté a mi esposa si ellos también tenían comezón y me contestó que no. Al principio supuse que eran mosquitos los que me atacaban; sin embargo, al destapar mis piernas me pude percatar que tenía unas ronchas del tamaño de una vaca. No podían ser otra cosa más que arañas. Me levanté como loco, prendí la luz y lo primero que pude observar fueron como cuatro o cinco arañas que corrían despavoridas al verse descubiertas en su acto tan ruín: Me habían picado y todavía se daban el lujo de escapar! He de mencionar que ya no pude dormir esa noche. Si no lo he comentado, las arañas me dan miedo.

Salimos a primera hora de nuestro cuarto para bajar a desayunar (el desayuno iba incluído en la tarifa). Al llegar al salón donde se servía el desayuno pudimos notar que no quedaba nada, que todo se había acabado ya. Lo único que sobraba era cereal (odio desayunar cereal) y tuvimos que desayunar eso, ya que no nos podíamos dar el lujo de comprar algo en la calle.

Terminando de desayunar subimos de nuevo a la habitación para empacar las pocas cosas que nos sobraban -pero que aún pesaban mucho- y tomamos camino rumbo hacia la pensión.

Cuando llegamos allí mis pulmones y mis brazos estaban a punto de estallar: fácilmente caminamos unos cuatro kilómetros y yo cargaba con la mayoría de las cosas; pero valió la pena: la pensión era muy bonita y el dueño nos había asignado un departamento para nosotros solos!! O sea, recibimos mejor atención por parte de una persona extraña. Sabíamos que allí estaríamos bien, aunque fuera por una semana...

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