Un ángel

Nos levantamos muy temprano por la mañana del lunes. Los empleados de la pensión aún no habían llegado.
Antes de salir de la pensión dejé sobre la mesa del departamento la cantidad de dinero necesaria para cubrir el importe de nuestra noche clandestina (pudimos habernos ido sin pagar esa noche; pero soy fiel creyente de que lo que se hace se paga, y, en ese momento, no estaba para recibir más tonterías).

Le pedía  mi esposa que me esperar sentada en la banca de un parque. Mientras tanto, busqué un hostal u hotel para poder pasar la noche. Era un día esplendoroso, el sol alumbraba a las demás personas de manera muy hermosa; sin embargo, yo vivía en las sombras: hundido completamente en mis problemas, cegado completamente por la oscuridad que la incertidumbre te regala.

Caminaba sin sentido, daba vueltas sobre la misma cuadra. Llegué a un hostal y pregunté si había disponibilidad (hay que recordar que todo esto que me sucedió fue en pleno verano; ya sabrán ustedes cómo se batalla para encontrar un lugar libre en un hotel, hostal o pensión). Fui atendido por el dueño del hostal: una persona de 35 años de edad, barba un poco crecida, cabello largo y rubio y muy agradable en su carácter. Nos ofreció una habitación para nosotros solos al precio de una comunal. O sea, no podía creer que me hubiera encontrado con la suerte de nuevo.

Regresé al parque para llevar a mi esposa e hijo y llegamos al hostal, nos instalamos y salimos a un café internet; esta vez no era para escribir mails a nuestras familias, sino para buscar boletos de regreso a México.

Buscamos tarifas en diversas páginas de internet; algo que pudiera -por lo menos- llevar a mi esposa e hijo a la "seguridad" de nuestras familias en México; no encotramos nada que se acoplara al dinero que nos sobraba.

En ese momento solamente teníamos otra semana asegurada en el hostal. Fue cuando nos decidimos a pedir una posible ayuda económica a nuestras familias. Aunque sabíamos que nadie podría ayudar, pensamos que era posible regresar. Por lo mismo, queríamos disfrutar nuestros últimos días en Alemania. 

Regresamos al hostal y pregunté en la recepción si tenían bicicletas para los huéspedes. Mientras tanto mi hijo entró al lounge; su curiosidad lo llevó allá. De pronto, escuché una voz en español que le saludaba.

-Hola, niño, de dónde eres? Dónde están tus papás?

Me asomé y lo vi sentado frente a un tablero de ajedrez...

Comments

  1. Una pregunta: de casualidad el hostal se llama "Mezcalero"?

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  2. Mmmm, nop. El hostal se llama Lollys Homestay. De seguro lo conoces, ya que tú trabajas en ese ramo.
    Saludos.

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