Qué tiene que ver Jack in the Box en mi vida?

En este momento me encuentro en una habitación de mi casa, disfrutando el día lluvioso que se plasma ante mis ojos. Degusto un cigarrillo (para variar) después de desayunar. Gracias a Dios, rento un departamento en alguna parte de Dresden, Alemania. Tengo mis cosas;  no como las demás personas desearían que fueran pero, al fin y al cabo, son mis cosas y me enorgullece tenerlas.

Sin embargo, no me imaginaba que iba a estar aquí en este momento; no me imaginaba que iba a estar sentado escribiendo mi historia, ya que las probabilidades eran de cien contra uno de que pudiéramos estar bien en Alemania. Todo el panorama en Alemania pintaba muy negro.

He contado ya que, después del diluvio dentro de mi casa de Tijuana, nos fuimos a vivir con mis padres. Esto sería en diciembre de 2008; allí pasamos el tiempo hasta mayo de 2009 -para ser preciso, hasta el 18 de mayo de 2009 a las 10:00 am-, fecha para la cual los boletos de avión hacia Alemania estaban reservados.

Cabe destacar que mi esposa no tiene familiares en Alemania, ni amigos ni conocidos, ya que ella siempre vivió en México. Este aspecto era lo que tornaba más difícil nuestra ida.

Pues sí, en marzo de 2009 compramos los boletos para irnos a Alemania. Dichos boletos eran para viajar desde el aeropuerto de Los Ángeles con destino final Berlín. Dichos boletos los pudimos comprar con muchos esfuerzos y gracias a que Manuel nos prestó su tarjeta de crédito para poderlos comprar vía Internet.

Ahora ya nadamás faltaba ahorrar más dinero; cosa que quisimos hacer desde siempre, pero las diferentes circunstancias y cambios de casa nos lo impidieron.

Al final -el día 18 de mayo- contábamos con 1.800 dólares en la cangurera azul que compramos para nuestro viaje. 1.800 dólares que, a la postre, se iban a transformar en 1.025 euros, gracias a que en Tijuana no pudimos encontrar un lugar dónde adquirirlos y lo tuvimos que hacer en el aeropuerto de Los Ángeles, donde nos cobraron comisión (nunca había adquirido euros; ni siquiera sabía cómo eran).

Pues, con 1.025 euros en la bolsa (o más bien, cangurera), cuatro maletas con ropa y una con juguetes, un niño de 6 años y muchas dudas, nos dispusimos a abordar el taxi que nos llevaría a la "línea" para, de ahí, esperar al amigo que nos llevaría -muy amablemente- al aeropuerto de Los Ángeles.

Fue un 18 de mayo de 2009 cuando fumé un cigarrillo con sabor a amargura y tristeza. Mi madre y mi suegra se encontraban con nosotros y nos ayudaban, apresuradamente, a empacar. Esa mañana le dije a mi madre que no estuviera triste, que se fuera a desayunar y que pensara que estábamos en nuestra casa para que no doliera más el alma.

De mi padre me despedí antes de que fuera a trabajar; como a las 7:00 am de ese 18 de mayo. Me despedí con un gran abrazo y un beso en la mejilla, y lo seguí con la mirada desde el balcón hasta que abordó el camión que lo llevaría a la clínica donde trabajaba. En ese momento me tragué las lágrimas y volví la cara hacia mi esposa e hijo que todavía dormian en el colchón inflable.

En un momento, cuando mi esposa y yo nos encontrábamos en el balcón, volteamos a ver a mi madre y a mi suegra que platicaban en la sala. En ese momento, mi madre comenzó a llorar y mi suegra, al ver que ella se deshacía en lágrimas, la abrazó, para terminar llorando las dos juntas. En ese instante pensé en el por qué de este momento tan triste con mi madre; el por qué de que llore ahora y el por qué no pudimos tener una relación armoniosa.  Por qué hasta ahora? Por qué hoy? Por qué así?

Abordamos el taxi a las 9:45 am. Mi suegra nos ayudó a subir las maletas al taxi. Mi madre había salido a desayunar o, más bien, a no ver cuando partíamos. Yo -mientras tanto- quedé sólo en el departamento, le dí gracias a mis cosas que se quedarían en forma de regalo a mis padres y cerré la puerta de éste para no verlo nunca más.

A la´"línea" llegamos quince minutos después. Mi suegra nos acompañaba y allí mismo encontré a mi padre, buscándonos con afán, con ganas de sentirme en sus brazos, con ganas de abrazar a su nieto, con ganas de darle un gran beso en la frente a mi esposa. Así es, había salido mi padre de su trabajo sólo para darnos una despedida más efusiva. Desgraciadamente, había él olvidado su visa en casa y no pudo pasar con nosotros hacia Estados Unidos. El último recuerdo que tengo de mi padre en ese momento es cuando me dijo que estaba muy contento de que fuera a dejar todo ese cochinero que los gobernantes han hecho de mi  hermoso país. Estaba contento de que no seríamos parte de las estadísticas de asesinatos en Tijuana.

Dos horas estuvimos en San Ysidro, California, esperando a mi amigo. En el entretiempo, buscábamos con desesperación una casa de cambio que tuviera euros disponibles; desgraciadamente, no lo lograríamos.

El momento de la despedida de mi esposa con su madre había llegado. Nuestro amigo llegó puntual a la cita y se detuvo en el estacionamiento del Jack in the Box. Dicha despedida fue muy rápida;  sólo un par de fotos y se acabó.
Tres horas más tarde, aproximadamente, nos encontrábamos en el aeropuerto de Los Ángeles. Mi amigo se había despedido ya y nosotros tratábamos de encontrar el Stand de Air Berlin. De ahí ya no escuchamos español; parecía que los hispanos no recordaban nuestra lengua. A partir de que estuvimos frente al Stand de Air Berlin, el inglés desapareció también y fue la primera vez que utilicé el alemán para comunicarme de frente con una persona con aspecto serio y formal.

A partir de este momento fueron horas y horas y horas de vuelo, mientras veía en el mapa de navegación del avión cómo se iba alejando lo conocido para mí...

Comments

  1. No manches, con tan poco dinero lograron establecerse en Alemania?, tu historia me inspira a lograr mi sueño, algo parecido al tuyo por favor no dejes de escribir...

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  2. Hola, joel! Gracias por plasmar tu comentario y por tomarte el tiempo de leer lo que he escrito. Te invito a que no claudiques en lo que deseas y pronto escribiré más, nadamás que andamos como gallinas culecas con el nacimiento de mi hija; andamos como ninos con juguete nuevo.
    Saludos.

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  3. Soy un sentimental de mierda. A medida que leía esta entrada de tu blog se me hacía cada vez más y más difícil leerlo porque las lágrimas me nublaban la vista, será porque yo pasé por la misma situación have a~nos y se repite cada vez que regreso a México al despedirme de mis padres octagenarios, uno semiinválido y la otra deprimida en la soledad de la vejez, ambos con miedo a no morirse primero que el otro, ambos con anugstia por no dejar solo al otro. El sentimiento de culpa no me deja tranquilo ni un solo día desde hace varios a~nos.

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  4. Eduardo,
    En verdad te digo que lo que me has contado en tu comentario es algo muy dramático; digno de contarse. Ojalá algún día lo publiques en tu blog (o si ya lo hiciste, lo buscaré) Creéme que al relatarme lo que sientes con respecto a tus padres, hiciste que sintiera tu pesar en estas circunstacias. Yo, al igual que tu, soy muy sentimental en ese aspecto, y cada vez que me asalta el pensar que -algún día- recibiré un correo electrónico fatídico, siento unas ganas inmensas de poder abrazar a mis padres. Pero al parecer la mente hace lo suyo también, ya que ésta bloquea dicho pensamiento de inmediato. Así es, estar lejos de los suyos es algo extremadamente dramático. Te agradezco que estés leyendo mi blog y, de igual manera, te agradezco el que me hayas mencionado en tu post. Sabes? Al contrario de lo que puedas pensar, he tenido muchos amigos gays y platicamos mucho, mucho. Lo que más me duele de mis amigos gays, es que uno de ellos se suicidó; qué impactante fue eso para mí. De tal manera te digo que yo no juzgo ni nada, para mí todos somos iguales en este mundo, ya que todos somos hermanos y compartimos este tan pequeño mundo.

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